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Toda la noche
tuve el impulso
de hacer algo,
le conté a los muebles,
los discos y al desodorante,
que está detrás del espejo,
de mí y de eso
que buscamos a ciegas.
Limpié los platos
y las fuentes en el fregadero,
mientras frotaba
las burbujas
me hablaban
me decían de esa vez
que fuimos dos.
Todas estas noches
tuve la idea fija
hacer de mi mente una madera
y buscar lija
y así estoy
preguntándome cuando será
el próximo banquete
en cada cabina de teléfono
que llama larga distancia
cuando veo de reojo
a mi sombra
y me susurra al oído
un estribillo
que no tiene final
ni principio
el que me dice
que no es tan malo el precipicio
que caer
es sentirse aire
y muchas cosas más
que la gente lleva todo el tiempo
ausente
en sus agendas
y los relojes de las muñecas.
El impulso
puede ser gas aromatizado
empacado y comercializado
pero también
puede ser la verdad
verdadera, la única
que no se dilea
genuino como una gema
pero no es un
intercambio liberal de moneda
impulso son
como decía un viejo loco
las diez mil flores del poema
que estallan sin que nadie escriba nada
en silencio
y entre miradas
en una plaza:
es ahora
o nunca,
la maniquea alternancia
del duo dinámico.
Entonces
hace muchas noches
tengo el impulso
de hacer algo:
será rápido
seguramente será malo
pero será mío
y eso se queda conmigo
mucho después de esfumarse el aroma
de mis axilas
que venden los perfumistas.
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