jueves, agosto 05, 2010

Me voy de Rafaeland y escribo otro poema de mierda

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El colectivo cansado
ronronea en la ruta y la tarde
se derrama detrás del prolijo
alambrado
tractores recién lavados
brillan con la poca luz que queda
diciendo que llega un cielo de estrellas
anunciando la noche
y otro poema de mierda.

Silos silenciosos y plateados
afuera de la ciudad con nombre de amante
vos, Lehmann, la quisiste a tu manera
y levantaste un caserío para tu amor de novela
a vos también te dejó marcas de arado
como esos campos de la ventana
heridos
que ya tienen raíces,
pronto habrá cosecha
después la renta y la venta,
lo que salamanca da
el patrón lo cuenta
y el glifosato lo revienta.

En fin, decía
que ella se fue y perdí la cuenta
de cuantas veces pensé en que vuelva
me voy de Rafaeland y escribo
otro poema de mierda en mi libreta,

las lecciones de poesía
me enseñaron que amar su carne
no era tenerla conmigo
era más bien acostarme con el enemigo
pero ella es cruel y hermosa
y yo soy un mal alumno

me hace daño verme en los espejos
y ella era mi reflejo

entonces
acá estoy
acompañado por un muñeco devaluado
con cara de apaleado
que sale disparado al otro lado de la ruta 34
que me está mirando mirar por la ventana
las vacas mascando la pastura
el ocaso dibujado con un crayón azul
y otro anaranjado.

Cruzo el cordón policial
me voy del perímetro,
yo era un poeta sin escritos
sentado en una terminal con frío
escuchando a los socios del fracaso
pidiendo cortados,
y ahora soy pin y pon, tu diversión,
me lanzo de un lado al otro lado del borrador
esquivando la red, la spiderweb,
tejida con las casas bajas
que habité.

Y sí,
todo el tiempo hablo de mí
es que, ¿qué voy a decir?
para todo lo demás
existe mastercard
el diario, los programas de tevé
la revista tehacecé, la ventitré
los portales de interné
entonces te cuento algo que no
podés ponerle play
en la youtubera hasta aburrirte
o leer en la wé
porque yo soy como el ping pong
y paso encima de la red
me vuelvo carta y papel
me vuelvo tiza también
cascote en la pared
graffiti ochentoso
me vuelvo un dedo en el cemento fresco
un obituario de bronce
una palabra de tierra
un rumor de viento que desaparece
cuando te das vuelta.

Pero ahí estoy,
siempre estoy
viendoté
porque en la ruta no hay cartel
que no cuente la distancia
entre los dos
ciudades separadas
por la misma herida pavimentada.

Éste es otro poema de mierda, nena,
de esos que escuchás en un bar
o leés en un libro sin huella digital
y te queda acomodado
en la rocola de tu mente
es otro de esos textos que se olvidan
menos ese verso que se te clavó en el pecho
que se quedó en tus huesos
como un beso, como el frío del invierno
como un recuerdo
de los que vuelven todo el tiempo
se rebobinan hasta que salgo expulsado
de la ciudad encantada
que tiene mi alma hechizada
mi pantorrilla encadenada
que me deja ir y a la vez me llama
y es una suerte que este colectivo
no haga parada
hasta que estemos lejos
a suficiente distancia
para que yo me olvide de todo
y eventualmente
ya no sienta más nada.








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