viernes, abril 30, 2010

Una película en blanco y negro


Como en una película
en blanco y negro
ella subió a un taxi
diciéndome hasta siempre
con un estallido que se escapa
por el caño de escape.

No esperaba eso
yo tenía un beso y
una cruz plateada para
su cuello sin bendiciones,
fui amputado de ella
dejándome con una
aburrida postal ciudadana
entre los dedos.

Volveré a escribirle
inútilmente
dos o tres cartas
sin remitente ni
código postal
que llegarán por
vía aérea
a esa ventana y su
notebook encendida
cada madrugada.

Y voy a seguir
oyendo voces
diciendo que quedó su silueta
atrapada entre
las baldosas que se mueven cuando llueve
me cuentan que allí quedó
entreverada
su cadera infinita
su pelo
estrellas amarillas imantadas
sus ojos de canson
sus dedos que juegan con
una hebilla celeste
su sonrisa filosa
su tobillo dormido
calzados en calzados
comprados en zapaterías
donde no saben de
su brillo incandescente
ni de su amor por los
caballos pequeños de juguete
sólo reproducen en una computadora
el número de ocho cifras
de su tarjeta de crédito.

Quisiera haberle dejado
algunas preguntas
timbrando en el bolsillo
o abandonarme
a la suerte
en el hospicio milagroso
de su vientre
pero no hice ni viento,
ni ventolera hice
no fui ni abanico
ni calor de verano
sólo un taxi alejándose
como tantos otros
por las crueles avenidas
de los aires benditos.


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